AUTOR: PILAR GONZÁLEZ
TÍTULO: EL ESPEJO EGIPCIO
ISBN-13: 978-1980484417
Editorial: Independently published
Pilar
González es una escritora, terapeuta Gestalt, conferenciante y trabajadora
social nacida radicada en Sevilla. Publicó: El despertar de Abelia, Fluir con
la vida, y Cómo superar tu timidez.
El
espejo egipcio es una novela de suspense e intriga con algunas pinceladas
históricas y, sobre todo, del comportamiento humano: la insatisfacción vital,
los delirios de grandeza, la creación literaria, las relaciones interpersonales,
etc. El escenario principal en el que se desarrolla es Sevilla, Luxor y
Ajetatón (Egipto), Alepo (Siria), Frigiliana y Granada. ¿Qué pasaría si un día
al comprar un espejo tu vida se convirtiera en una pesadilla?
Contacto:
Fragmento:
Hay una grieta en el tiempo que se abre en ocasiones y
cuando ocurre nada es lo que parece.
Esto, sin embargo, lo supe mucho después de haber comprado
el espejo que me atrajo por algún motivo insólito o, quizá, por su forma
extraña y su brillo peculiar; el que zarandeó mis cimientos y causó mi
cataclismo interior. Entonces no lo hubiese creído, ni me lo habría imaginado.
La existencia de otras vidas paralelas, de exóticas dimensiones, de mundos
desconocidos, era algo que no encajaba en mis esquemas, aunque estos se cayeron
como un castillo de naipes y fueron borrados de golpe, al igual que las huellas
de pisadas en la arena del desierto cuando sopla el siroco.
Poco más tarde de haber entrado en la tienda que albergaba
aquel reflector de imágenes, germinaron en mi mente mil dudas e interrogantes:
¿Soñaba aquellas historias que parecía vivir o provenían de su luna enmarcada
en obsidiana? ¿Me estaba volviendo loco o influía sobre mí? ¿Era un espejo
maldito? ¿Tenía razón el comerciante?
No en vano ya me advirtió de su carácter maligno. Lo
cierto es que, cuando me acercaba a él, en vez de encontrar mi rostro
proyectado en el metal, en su interior descubría sombras que me vigilaban y
enigmáticas personas que musitaban mi nombre. Por ello mi escepticismo se tornó
credulidad y ni de día ni de noche logré apartarlo de mi pensamiento, al que
rondaba de modo intermitente en principio y en el que más adelante se instaló
como una obsesión punzante. Ni siquiera conseguí desterrarlo de mis sueños.
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