martes, 27 de marzo de 2018

MARIO PELOCHE HERNÁNDEZ

AUTOR: MARIO PELOCHE HERNÁNDEZ

TÍTULO: EL MOLINO DE DIOS
ISBN: 978-84-17042-06-6

Esdrújula ediciones (2017)



Mario Peloche Hernández nació en Cádiz en 1975, aunque ha pasado gran parte de su vida en Extremadura. Es licenciado en Biología por la Universidad de Extremadura. Publicó relatos y participa en varios sitios virtuales.

“El molino de Dios” es una novela de ficción especulativa llena de personajes tan peculiares como complejos, y que ahonda en las relaciones personales y en las crisis existenciales que van mucho más allá de la desidia y la rutina, sino que son producto de acontecimientos de nuestra vida imposibles de explicar, de entender, de poner en palabras. Algo que nos quiebra por dentro, en lo que intuimos más, para lo que no nos llega la razón; algo que nos hace cuestionarnos nuestra vida y nuestras creencias, y nos obliga a buscar respuestas por medio de la fe y la religión, lo que nos lleva ineludiblemente a enfrentarnos a Dios.


















Contacto:



mariopeloche@gmail.com

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@mario_peloche (Twitter)













Fragmento (versión libre) de la novela “El molino de Dios”, capítulo XIII, página 165 a 167



«Anochece en este rincón apartado de las Hurdes. Aquí, la noche no pinta el cielo de negro, no; aquí surge bituminosa de entre las hendiduras de las pizarras, trepa con sus dedos de brea por las sombras chinescas de jaras y coscojas; la exuda el propio humus oscuro, ahíto de acoger en su seno la carne y la sangre de los que lucharon contra él, grabando en surcos de siembra las cicatrices de su sufrimiento. Sara mira por la ventana, como tantas noches. Su hijo se ha perdido. Y aunque ni los cielos ni Dios mismo hagan caso a mis peticiones, lo recuperará. Conoce otras maneras. Conoce las normas de la tierra, los latidos de la savia, las palabras del viento. Ella forma parte de este sitio, y aquí las reglas son distintas. Se reza a los santos, por supuesto, para que se produzcan buenas cosechas, para que llueva o, si cae el agua en demasía, para que escampe. Pero eso no es óbice para que también se rece a los curanderos o, como se conocen por la zona, a los zajuriles, ni para que incluso se adore a esa misma tierra que sustenta las raíces o a las nubes preñadas de agua. Aquí, las tormentas se «jusan», se espantan o se atraen con ensalmos y conjuros. Es este un animismo sin definir como tal, atávico porque se mama con la cultura y la educación, porque se ha perpetuado de generación en generación de gente cetrina y encorvada en guerra perpetua con la tierra y el cielo. Este es un lugar sin medias tintas, oscuro y hermoso, fértil y agreste. Aquí, la naturaleza, como las dríades de los griegos, tiene aspecto de mujer, respira y camina, y tiene sus propios rezos, sus propias canciones. Como la misma noche. »





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